Apoyada en el alfeizar de su ventana miraba al cielo con los ojos tristes, llevaba ya
unas horas en esa posición, mirando aquella masa oscura, que se encontraba
sobre ella.
Vio como el cielo se teñía de púrpura,abandonando el intenso azul propio del día.
Tantas eran las horas que llevaba allí que vio anochecer.
Por su mente solo una pregunta, ¿por qué?
Se fue, la dejó sola, ni siquiera se despidió y no le pudo decir cuanto lo quería, no
tuvo tiempo, pasó todo tan rápido que no le había dado tiempo de hacerse a la
idea de que no volvería a verlo nunca.
Sabía que él siempre estaría en sus sueños, en sus mejores recuerdos de niña y
en cada uno de los momentos más importantes de su vida: su graduación, su
boda, su primer hijo. Lo sabía, sabría que él la acompañaría y le daría fuerzas en
sus peores momentos.
Pero también sabía que lo echaría de menos, que se fue para siempre, llevándose
una parte de su vida,una parte de ella.
Sus manos, no volverían a tocar aquella cara arrugada por el paso de los años, no
volverían a tocar sus manos gastadas por aquel trabajo que ocupó gran parte de
su vida.
Su armario estaba vacío, ya no quedaba nada, su cama estaba vacía, ya no tenía
sentido mirar hacía su lado. Todo era tan duro.
Se resignaba a creer que una de las primeras personas que la tomó en brazos al
nacer, se fuese así, sin recordar si quiera su propio nombre, sus viajes, sus
recuerdos, sus anécdotas, su familia, no recordaba nada, o eso decían los
médicos, ella no estaba tan segura.
Lo veía sonreír cuando llegaba alguien que conocía, cuando le enseñaban sus
fotos o cuando le daban un beso.
Con estos recuerdos, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, y volvió esa
pregunta que le rondaba cada vez más ¿por qué, por qué te fuiste sin despedirte
abuelo?
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